
Hace tiempo que no entro en el blog para escribir, en realidad es que no hay nada por lo que escribir, sobre todo si otros lo hacen mejor que tú. Decidí retirarme de esta vida pública de sinvergüenzas, facinerosos y llorones en que nos hemos convertido. Ayer leyendo la columna de Reverte coincidía con su consejo que más o menos decía así: cuando todo lo que te rodee te de asco y te hartes de todo y todos coge el Quijote, ábrelo al azar y lee. No puedo por menos que estar de acuerdo tanto en lo esencial de su mensaje como en el libro elegido. Así lo hago desde hace mucho tiempo. He leído tres veces esta magna obra de ese soldado genial al que su patria trató como a todos sus ilustres hijos, ignorándolo y no digo lo de las tres veces para jactarme, solo para manifestar mi vergüenza por no haberlo leído más. Por eso cuando la estupidez llega a límites intolerables, cierro la puerta de mi “celda interior” , abro un libro (no hay libro malo, ni siquiera los tebeos o quizás éstos menos que ninguno cuando nos espolean a leer) y me sumerjo en ese diálogo gratificante con el escritor, hasta el punto de que uno ya no lee, el libro lo lee a uno, por paradójico y extraño que parezca, aunque sé qué muchos de vosotros amantes de la Galaxia Gutenberg me comprenderéis; hasta soy capaz de adaptarme a estos modernos rollos de pergamino digital que son los e-bocks o como se diga. Salgo al balcón, y entre geranios enciendo un habano, vierto un dedo de güisqui sobre una piedra de hielo, quito el marca páginas y a disfrutar. Pero hoy he observado algo que ha llamado mi atención, ensimismado como estaba en la lectura de “Q” un libro del grupo Luther Blissett que recomiendo vivamente prestado por mi compañero senderista y sin embargo amigo Julio (libro que recomiendo vivamente , por cierto) , pues bien como decía algo ha captado mi atención. Mientras recorría las guerras de religión del siglo XVI , más concretamente de las calles de Estrasburgo el día 3 de diciembre de 1527, he oído los portazos de un contenedor de basura (sustantivo políticamente incorrecto para los tiempos ecologistas y sostenibles que corren). Y me dirán ustedes (permítanme la grosería de que no les tutee) a qué viene esto. Tranquilos, no hay prisa.
Pues bien allí estaban varios individuos hurgando en las bolsas del contenedor, eran cuatro, morenos, con ese cetrino deslucido mezcla de sudor e intemperie, vestidos con esos chándal desconjuntados de colores chillones, chanclas y gorra de béisbol sucia y raída. Y de pronto me di cuenta. No eran los inmigrantes magrebíes (moros) resentidos con occidente, no eran gitanos orgullosos que liban de las malas conciencias de la beneficencia, ni rumanos roba-cobres, ni mendigos de pórtico eclesial, no son nadie porque son invisibles, pululan por nuestro alrededor, buscan en la basura lo que los pobres ricos blancos desechamos en contenedores, esos artefactos diseñados para salvar al planeta de su destrucción mediante el reciclaje y que en realidad solo sirven para que la mierda que tiramos no sea apilada junto a nuestros flamantes “bemeuves” que duermen aparcados en las aceras. Son los intocables, los parias de Occidente. Y sí, son invisibles, no piden nada, ni siquiera nos permiten a nosotros que somos la crema de la crema, que demostremos nuestra solidaridad limosnera, nuestra falsa caridad de “oenegé” venida a menos, desagradecidos. No se lamentan de las preferentes ni saben lo que son, no protestan por los desahucios, porque nacieron ya desahuciados, no se quejan de la pensión ni del despido porque nunca han podido saber lo que es la dignidad del trabajo, no salen con pancartas el día de la clase obrera porque recoger basura no es un oficio digno para los sindicalistas pintureros y trincones, no son sociatas ni derechones ni entienden de salva-patrias, para ellos la prima de riesgo es el riesgo de que venga una nueva boca que alimentar y ganar en bolsa supone llegar con la bolsa llena de pan mugriento con que poder cenar, no abarrotan las urgencias hospitalarias demandando que les alarguen la vida al precio que sea, no rezan en nuestras iglesias llenas de señoras que leen los Hechos de los Apóstoles enfundadas en abrigos de visón, porque quizás no sepan ni leer y porque se la trae floja los evangelios.
¿Y saben por qué, panda de ametralladores con babero? Pues se lo voy a decir muy muy claro: porque ELLOS SON EL EVANGELIO. Esta sociedad que nos hemos montado TODOS (todos y todas como dicen los destroza-gramáticas) hipócrita, llorona, egoísta, trincona, insolidaria, autista, enferma de ira hacia quien es diferente y miedo de perder el confort material, no se ha dado cuenta de que hoy Cristo estaría con ellos, con los gancheros. Cuando Dante describió los círculos del infierno, se olvidó del más relevante, el que estará lleno rebosar, tendrá forma de chiringuito o discoteca y estará lleno de idiotas, lo aseguro.