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lunes, 7 de mayo de 2012

JOHN WAYNE BEBIA GARBEY DE CORCHO

Almería.1.966, 6 de agosto, las diez de la mañana y ya se cuecen las piedras, normal en pleno desierto de Tabernas. El techo de la caravana empieza a calentarse y con él su interior espesando ese aire seco que lo inunda todo. Voces, carreras, estruendo de cachivaches que vuelan por el aire. Aporrean la puerta como si fueran a echarla abajo. Entre vapores de resaca se levanta para aplacar esos golpes que suenan como campanas en las sienes. ¡Mr Juston que s´ácabao el Garbey y dice que no sigue! . En un inglés nasal , aguardentoso y cavernoso empiezan a salir improperios de esa boca barbuda y canosa, como de una maquina de hacer chorizos; “Cagonlamadrequeparióalhijoputaeste” y así sucesivamente. Se pone la bata, las botas de lagarto y sale al descampado que hace de plaza mayor entre el tinglado de focos, cables, y maleza seca que lo inunda todo. El puto Garbey de los güevos, ya sabía yo que algo se nos escapaba. Una nube de vencejos describe círculos sobre un cielo azul hiriente, mientras que la tangana crece y la gente se arremolina junto a la caravana grande. Operarios de producción, extras, y algún que otro despistado asisten sudorosos y atónitos a la bronca que entre nubes de polvo protagonizan el gringo alto y corpulento y un almeriense bajito y con cara de mala leche. El barbudo de la bata y las botas de lagarto se cala su Stetson de ala ancha, machaca la punta de un Farias, escupe, luego traga saliva e intenta abrirse paso hacia el centro del alboroto. Inenarrable. Allí está el Duke con una botella vacía en la diestra y un corcho en la contraria bramando improperios a un camarero bigotudo que tampoco se arredra y le espeta otra andanada de palabrotas alzando otra botella, ésta llena, y mascullando historias de siglos pasados la parecer, algo sobre el Siglo de Oro español, porque no hace más que decir que el Centenario Terry es mejor. Cuando Huston llega al epicentro del conflicto todo el mundo calla y agacha la cabeza cuando observa la ira irlandesa con que mastica el cigarro. ¡Me cago en las cuatro farolas que alumbran la tumba del halcón maltés!, ¿Me vas a decir que me la vas a liar parda otra vez?. La sombra que engullía el corro vocinglero iba menguando a medida que el sol almeriense se imponía sobre esa aridez vasta, interminable y polvorienta en la que se intentaba a duras penas rodar un güester (que siempre es mejor que un westerm). Me cojo el primer bimotor que salga para Texas y que os den dos duros (dólares en su argot). Sin Garbey de corcho va a trabajar la madre que parió Gary Cooper, “Until here we can going”(hasta aquí podíamos arriber, nota del traductor) . Con dos cojones se oyó decir al camareta español mientras empezaba a ventilarse la botella de Terry y se limpiaba el mostacho con la bocamanga. A todo esto, las 12 del medio día, los niños corriendo, los mocos colgando, las moscas pegás. No podía ser peor de lo que era, ¿o sí? El Duke enmudece, la peña se queda lívida y espera el exabrupto final. Entonces es cuando se le oye decir con acento entre tejano y de Güisconsin : ¿Y dónde ha ido a parar el corcho de los cojones?. Un asistente de cámara traduce a los gabachos que allí miraban la escena sin comprender nada: “Le Duque ha dit que oú est le pute corche de los coyons” Sacre Blé, dicen unos, Corpo di Bacco, otros, Porca Misseria alega un ayudante de director fugado del equipo de Sergio Leone. Y todos a buscar el corcho de marras. Dicen los más viejos del lugar que todo terminó cuando un pastor que veía la escena desde el alto de la barranca se acercó buscando una cabra vieja y díscola que se le había fugado la noche anterior. Se vé que el hombre preguntó qué hacia toda esa gente reptando por la arena en medio de aquel polvisquero (de aquí la famosa expresión “morder el polvo”), a lo que una cocinera le dijo que todo era por un corcho. Entonces Niceto, que así se llamaba el cabrero, exclamó: ¡Sapristi! y todo por un corcho, pues tomen el mío y destapó una botella de Espléndido Garbey que llevaba en el zurrón. Sólo los más viejos del lugar y unos pocos en Joligud saben cómo empezó el primer día de rodaje de Centauros del Desierto. No sé si la historia es verídica, yo la escuché a bordo de un autobús de vuelta de Letur, seguramente sea verdad. A Gerardo y Juan, por esos ratos.

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