Ya están aquí las sempiternas rebajas, preludio del inicio de la primavera (en el Coste Inglés off course), otra manera de demostrar al mundo y a nosotros mismos lo gilipollas que podemos llegar a ser. Los plumillas, a falta de cambio climático, cambio cismático o alguna lesión en el güevo derecho (o izquierdo que lo mismo da) de Ronaldo, abren sus informativos con la manida noticia: hordas de marujas y marujos con la nariz pegada a los cristales del escaparate (ejcaparate si es en La Mancha) con el ansia viva a flor de piel en espera de que el fámulo del comercio abra la puerta para buscar el primer chollo de la temporada. Pa comer no tendremos, pero pa tonterías no ha de faltar, oiga. Y ya no hablo de comprar por comprar lo que no se necesita, me refiero a que nos dejemos engañar todos los años con este timo comercial sólo superado por los contratos de telefonía móvil.
No sé si habrán oído nombrar los “días azules de RENFE” en los que se podía viajar más barato que en los blancos. Pues bien, el busilis era ,no que los azules fueran baratos, que no lo eran, es que unos eran caros y los otros carísmos. Pues con las rebajas a mano armada pasa lo mismo: en el mes de agosto endilgan el “avance de temporada” con las bragas de de felpa y cuello vuelto marca Acme y los chaquetones pellejudos de piel sintétíca marca keloflipas en los escaparates mientras los observamos medio perplejos con el chambi en la mano y la arena todavía caliente en las playeras. Y a precios astronómicos que salvo cuatro tontolculos nadie se atreve a comprar y menos a probárselo, entre otras cosas porque te puede dar el sarampión con el plomo derretío que está cayendo en medio de la canícula estival, además de queda fasiontotal encajarte un jersey de ochos encima la camiseta de tirantes, las bermudas de flores y las zapatillas de goma de los chinos. Aún no recuperados de la vuelta al cole nos asaetean con los entremeses de las ofertas, promociones a la violeta, liquidacones y todas las “ones” que se puedan meter en un cartel para irnos preparando hacia al plato fuerte, las puñeteras rebajas en las que unos ponen lo precios que deberían ser los normales, otros bajan los que previamente han subido y otros venden mierda expresamente fabricada para esta época. Y todavía hay necios que se creen que han comprado los duros a cuatro pesetas. Y claro, pobres comerciantes que no han vendido nada en la temporada previa pero que tienen atiborrado el badulaque para sacar al menos un 50% de beneficio en el producto y en algunos casos me quedo corto. Llegado febrero quedan los restos del naufragio, es decir las auténticas rebajas, y de nuevo, como hace un frío que pela sacan la ropa que habían guardado en enero y la vuelven a poner a precio de caviar beluga, mientras ponen el trending topic de los tangas y lo bañadores de flores esperando de nuevo a que el tonto de turno pique y se los pruebe encima de los pantalones de pana. Hay que joderse. Y vuelta Perico al torno mientras el fantasma de Roberto Xumino se desternilla desde su tumba. Señores del comercio, nos quieren vender la piel del oso en verano y cazarlo en invierno, algo falla, si practicaran el comercio justo y ajustaran precio a valor y no confiaran en la tontuna del consumidor, a los mejor se vendería si no más, sí mejor.
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